¿Eres consciente del ruido de tu propia mente?…
Silencio, por favor. Anhelamos el equilibrio emocional. Así pues, necesitamos un buen descanso de tanta cháchara agotadora. Es necesario calmarnos, calmar nuestra mente y hacer silencio. Los diálogos externos se repiten dentro de nosotros. Es el eco de discursos y discusiones que escuchamos por la televisión, por la radio o en la calle. Resuenan largamente en la privacidad de nuestra intimidad y nos intoxican. El equilibrio emocional peligra.
Por eso, debemos aquietar la mente y entrar en el silencio. Nadie puede pensar con claridad con una mente ruidosa. Es como intentar navegar plácidamente entre olas embravecidas. Los ruidos mentales son truenos que advierten tormenta.
Es necesario hacer silencio para encontrar la paz mental.
Debemos ir a un lugar tranquilo, apartado o aislado del ruido urbano donde cerrar la puerta a los estímulos distorsionantes. Después, debemos sentarnos y sentirnos sin prisas, tomando unas cuantas respiraciones profundas para ralentizar, e incluso, detener esas voces y esos ruidos que hemos interiorizado.
Vivimos acostumbrados a escuchar en nosotros un parloteo constante que acumula emociones e ideas ajenas que resultan inútiles y alienantes para nuestra evolución y nuestro crecimiento personal.
Esta científicamente comprobado que permitirse pasar cierto tiempo en silencio tiene numerosos efectos benéficos para nuestra salud, favorece la limpieza energética y aumenta la química neuronal del cerebro, nos permite desbloquear emociones atrapadas y nos ayuda a concentrarnos y enfocarnos mejor en las cosas positivas que realmente queremos en nuestra vida.
Facilitando el equilibrio emocional
Crear espacios de silencio es una actividad o una no-actividad importante para nuestra salud emocional y espiritual.
Después de hacer silencio podemos actuar con menos ansiedad y sentirnos más libres de emociones tóxicas y emociones bloqueadas. Es decir, facilitamos el equilibrio emocional.
Vivimos rodeados de voces ajenas que están afectando directamente nuestra mente con informaciones distorsionantes. En casa, en la calle, en la radio en la tele, en la cola del supermercado siempre hay quien habla en voz alta, discutiendo o hasta gritando. Esto provoca efectos imprevistos sobre nuestra psique y sobre nuestro organismo.
La palabra vibra. Puede intoxicarnos.
Si el poder de la palabra no está conectado con la calma del ser silencioso y si el discurso no se dirige a nuestra elevación espiritual… la vibración que emiten las palabras tiene efectos tóxicos. Podemos desintoxicarnos mediante el silencio.
Entrar consciente y voluntariamente en el silencio es una predisposición a la regeneración mental, es la actitud que mejor apoya nuestra desintoxicación celular y neuronal.
El silencio ayuda a desarrollar una capacidad de gestión de nuestras emociones a favor del anhelado equilibrio emocional.
De modo parecido a lo que hace el ayuno con el sistema digestivo, así hace el silencio con el sistema nervioso. Baja nuestra presión sanguínea y refuerza nuestro sistema inmunológico. Los beneficios que nos ofrece son evidentes para la regeneración mental.
Por eso, el silencio es un verdadero alimento para la mente confusa del moderno habitante de las ciudades. Creando espacios de silencio dentro de nuestra rutina diaria podremos hacer frente a los desafíos de la vida de un modo más ágil, ligero, alegre y definitivamente mejor. Porque el silencio nos permitirá oír nuestro interior.