Tenemos la responsabilidad de elegir el papel que vamos a representar en nuestra vida y en la sociedad donde vivimos. Si nuestra individualidad verdadera está ausente o no permitimos que se exprese, vamos a acabar parapetados tras un muro. Viviremos en una armadura el personaje social que nos han impuesto.
Podemos encontrar múltiples y variadas excusas para no empoderarnos ni ser fieles a nosotros mismos. Nos condicionan las costumbres familiares y las tradiciones culturales heredadas. Y lo repetimos en nuestras vidas como patrones de conducta que no son propios.
«Nuestra falta de compromiso con nosotros mismos es lo que más nos limita y condiciona. Si estamos internamente comprometidos, nadie puede alienarnos de nuestro ser verdadero».
Ser humano implica comprometerse en el autoconocimiento, el resto son comportamientos animales o tareas de las maquinas. Sin tomar el compromiso fundamental de ser quienes somos nos van a mover como a vulgares títeres en una obra que no es la nuestra, seremos solo piezas del ajedrez de algún sistema, un sistema familiar que nos domina o un sistema social que nos esclaviza.
La máscara social
El problema es cuando nos acostumbramos demasiado a llevar la máscara social de la personalidad y confundimos al personaje que representamos con lo que somos en esencia. Resulta muy cómodo llevar mascara pero a largo plazo nos va a ser un motivo de frustración porque el personaje es nuestro doble y no nosotros, con esa doble piel acorazada no podemos movernos libremente, el personaje nos domina y así es imposible liberar la ex-presión verdadera, que es un sacar la presión que nos atrapa. Cuando sacamos presión y soltamos lastre nos sentimos ligeros y felices y recuperamos nuestro poder personal.
La proporción de la autenticidad está vinculada al autoconocimiento que hemos alcanzado en la vida, el sendero de la autoeducación está muy poco transitado hoy en día, ese camino que muchas personas no empiezan nunca a transitar y así viven sus vidas alienados de si mismos, dormidos o dominados por condicionantes sociales que los apartan de quienes son en esencia. Pero la propia noción del yo también puede convertirse en una máscara, cuando confundimos la mascara del carácter y la personalidad con el Yo esencial, nuestra personalidad es el pequeño yo, el Ego, con todos nuestros defectos y aptitudes mundanas.
Manifestar nuestro talento
Hay que valorar las situaciones que nos facilitan manifestar nuestros verdaderos talentos del alma. Si nos mantenemos fieles a estos talentos podemos aportar una bendición al mundo que se traduce en alcanzar aquello para lo que nosotros somos excelentes. Pero hoy día no es muy común poder expresar nuestro auténtico Yo. Cada cual sabe en qué tanto por ciento vive siendo fiel y sincero consigo mismo… O vive alienado de sus verdaderos deseos y aptitudes.