Disfrutar aquí y ahora.
Seguro que has vivido la siguiente situación: estás en una calle llena de gente, de tráfico y de estímulos de todo tipo que te reclaman. Motores y bocinas, carteles llamativos en los escaparates. Notas que te embarga una sensación de prisa sin que en realidad la tengas. Quieres salir del aquí y quieres salir ahora. Parece difícil disfrutar del momento presente. Y es que, a veces, nuestra mente se encuentra tan ocupada en su diálogo interno como esa calle donde nos encontramos.
A todo se adapta uno, aprendemos a vivir entre estímulos dispersos. Pero sentimos la necesidad de encontrar un lugar central, un lugar sosegado, estable y sereno.
Para disfrutar del presente lo primero necesario es estar conectado con uno mismo. Conectado con esa presencia no física de nuestro Yo que nos mantiene atención enfocada y plena. El Yo del que hablo es nuestro Ser esencial. Un ser que no se enzarza vanamente en diálogos de besugos ni en discusiones de loros que repiten cada día lo mismo. 
¿Vives o te evades?
Nuestra individualidad esencial está atenta a lo nuevo… atenta pero no alerta. Es una presencia serena pero activa, receptiva y creativa. Le gusta fijarse en los detalles de lo que le rodea sin por ello perder su equilibrio. Nuestro Yo es nuestra conciencia observadora. Aquello que el momento nos trae. Es nuestra atención plena y tranquila. Es el vínculo con aquello que trasciende las limitaciones que tiene nuestro carácter y nuestro temperamento. Y lo transciende mediante la contemplación y el disfrute del momento presente.
Nuestra esencia no se caracteriza por ser reactiva y emocional. No es la ráfaga de pensamientos y emociones que a menudo nos atrapan y nos embargan. Esa ráfaga emocional no es nuestra esencia , pero fácilmente nos identificamos con ella.
Nos identificamos con lo que pensamos o con lo que sentimos, o con lo que creemos ser o saber. Tenemos algunas ideas acertadas y otras erróneas sobre nosotros y sobre el mundo, pero todas van juntas cogidas de la mano.
Nos atrapamos en condicionantes de la superficie de nuestra personalidad. A menudo saltamos desde el pasado hacia el futuro sin detenernos en el presente. Vamos corriendo de un lugar a otro, de un momento a otro. Durante la infancia queremos ser mayores y cuando, al fin, somos adultos empezamos a recordar la infancia con añoranza.
5 claves para vivir el presente
– Siente más y piensa menos.
Disfruta de la experiencia de los sentidos sin valorarla. Simplemente sintiéndola. Estar donde estamos, caminar cuando caminamos, oler cuando olemos, etc.
– Centra la atención en el presente.
Evita divagar en el pasado o en el futuro. Vuelve al ahora, porque con el cuándo nos perdemos en la niebla del pasado o en el laberinto del futuro. Retorna a la realidad presente, el único lugar seguro, el resto no existe.
– Vive sin hacer planes.
Ponernos objetivos e invertir tiempo para realizarlos es una manera de avanzar, pero muchas veces nos olvidamos de disfrutar del proceso. Hay que disfrutar de nuestros proyectos desde el primer minuto para que el presente tenga sentido por sí mismo. Que no se convierta en un mero trámite para llegar a un lugar futuro.
– Conecta con la emoción, aunque ésta parezca dura o difícil.
Aunque te toque sufrir dolor, rabia, tristeza o enfado y prefieras evitar esa emoción. Hay que ver las emociones como amigos o maestros que tienen algo que compartir con nosotros. Si el odio aparece en tu vida es porque tiene su razón de ser. Una emoción fuerte puede anclarte en el presente. ¡Es la prueba de que estás vivo!
– Busca momentos de no acción.
Hoy día resulta difícil permitirse solo estar presente. Hasta nuestro tiempo de ocio se convierte en una sucesión frenética de actividades a menudo igual o más estresantes que nuestra actividad productiva. Permítete algún momento para desconectar de ese frenesí, deja tu mente vacía sin juzgarte por ello, permítete estar, simplemente, entre tus semejantes sin pronunciar juicios y sin ser productivo. Prueba como te sienta eso. Disfruta del momento actual con ese no hacer nada, ese es un momento sagrado.
