La palabra bendecir tiene su origen en la voz patrimonial del latín benedicere ‘hablar bien (de uno)’. Por otro lado, la palabra es la principal expresión del pensamiento. Y sabemos que los pensamientos son pura energía que, como tal, atraen a su igual.
Si juntamos estas dos afirmaciones podemos entender que, como si de un boomerang se tratara, si enviamos benedicciones al Cosmos, el Cosmos nos devolverá benedicciones. Si enviamos maledicciones…ya sabemos qué se nos devolverá. ¿No crees que es motivo suficiente para aprender a bendecir a las personas de nuestro alrededor?
Cómo bendecir… el poder de la palabra es inmenso.
Cuando alguien nos dice algo positivo nos ponemos de buen humor. Y cuando recibimos comentarios negativos podemos llegar a sufrir mucho. Pero no sólo eso, incluso cuando nosotros mismos hablamos negativamente de los demás son nuestras propias células las que sufren y también se cierran.
Ya lo sabes. Hablar bien de los demás nos hace crecer como personas. Nos ayuda a nosotros mismos a vivir mejor (además de que es un acto que también participa en la construcción de la felicidad del resto). Nos convierte en seres humanos proactivos y nos predispone a saber ver y encontrar todo lo bueno que nos ofrece la vida.
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